lunes, 29 de marzo de 2010

Cada día más gilipollas

Otra reunión familiar, otro coñazo. Arturo seguía acudiendo a esas estúpidas cenas con su familia porque a su madre le hacía mucha ilusión verle, y a él le gustaba que se sintiera feliz. En mitad de la cena, como era habitual, su padre se puso a tocar los cojones. Siempre comparaba a Arturo con su hermano Luis, y siempre ponía gran empeño en ridiculizar y humillar a Arturo.

Luis era fabricante de maquinaria industrial y su empresa obtenía grandes beneficios, en cambio Arturo, no cumplió los deseos de su padre, y en lugar de estudiar una ingeniería como su hermano, se dedicó a las artes escénicas ganándose la vida actuando como payaso. Arturo no ganaba millones como su hermano, pero su trabajo le hacía feliz.

Mientras que su padre seguía rebuznado estupideces, Arturo le interrumpió alzando la voz de forma enérgica a la vez que tranquila.
-Uno de tus hijos fabrica máquinas y te sientes orgulloso de él- dijo Arturo- ¿Por qué no te sientes orgulloso de mí que fabrico sonrisas?
-Puede que tu padre no esté orgulloso de ti, pero yo sí lo estoy -Respondió su madre con una sonrisa dibujada en la cara- La risa es un tesoro que sólo las personas inteligentes saben apreciar, y tu padre cada día es más gilipollas.


Palabras: Sonrisa

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miércoles, 24 de marzo de 2010

Ella sonreía

Y ahora, en la oscuridad de mi habitación, pienso. Pienso en ella. Cierro muy fuerte los ojos y me imagino que la tengo delante, que puedo tocarla, incluso besarla. Su recuerdo va perdiendo nitidez con cada noche que pasa, pues ya son muchos los meses sin poder disfrutar de su presencia. Y lloro por no poder hablarle, lloro por todo lo que no hice, lloro porque alguien me ha robado mi máquina del tiempo, que tanto necesitaba. Y sufro porque siento que la pierdo por segunda vez, esta vez en mi memoria; sufro porque no pude alcanzar lo que tanto anhelé, sufro porque las lágrimas tienen un principio pero no un fin, porque esta opresión en mi pecho amenaza con hacerse más fuerte.

Pienso en ella, pienso en su sonrisa. Era una sonrisa alegre, nunca forzada, a veces tímida o nerviosa. Me gustaba verla sonreír, mientras dibujaba mentalmente el contorno de aquellos labios que me hacían soñar. A veces me daba la sensación de que me sonreía a mí, pero más tarde comprobé que sólo miraba cómo las nubes se iban de viaje hacia el país de los sueños. Sí, solíamos irnos al país de los sueños. Me cogía de la mano para que no me cayese, e íbamos saltando de nube en nube, como si el cielo fuese un mar eterno. Era eterno porque nunca se acababa.

Ahora ya no paseamos juntas, ha soltado mi mano. Ahora mi alma vaga por los cielos, sola, sola. Ya no hay sonrisa, ni labios, ni nubes; ella se los ha llevado. Tampoco hay ilusión ni esperanza; el cielo se las ha quedado. Ahora vivo envuelta en niebla, ni siquiera puedo ver brillar las estrellas; ella las apaga para que no puedan concederme deseos. Por eso me gusta tanto la oscuridad de esta habitación... donde no hay luz no se ve la niebla. Yo también, como Neruda, pienso que puedo escribir los versos más tristes esta noche.


Palabras: Sonrisa

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martes, 23 de marzo de 2010

Palabra de la semana: Sonrisa

SONRISA


Plazo límite de entrega: lunes, 5 de abril a las 23:00 (hora España)

Para participar, leer Reglas y Normas de la actividad.

Podéis enviar vuestros escritos por e-mail a: memenovela @ gmail.com o dejarlo como comentario en este mism post. Todos serán publicados en el blog.

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lunes, 22 de marzo de 2010

Votación finales: Minirelato 4


¿Qué final os ha gustado más?


Elije el final alternativo que mas te haya gustado...
El de Literato
El de Pilar
Ninguno
El mio (escribe el tuyo en un comentario)
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*Haremos recuento de votos el sábado, 27 de marzo por la noche.

*Recuento de votos (domingo, 28 de marzo a las 13h):
- Ambos finales alternativos han empatado con 1 voto cada uno.

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Votación para "Soledad"

Los textos que se han presentado sobre la palabra "Soledad" han sido los siguientes:
Puedes votar en la siguiente encuesta el que más te haya gustado:

Elije el texto que mas te haya gustado sobre la palabra "Soledad"...
Soledad y decepcion (Silvia)
Compartimos la soledad? (Krys)
Un papel en blanco (Pilar)
Ninguno.
El mio (escribe el tuyo en un comentario)
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*Haremos el recuento de votos el sábado, 27 de marzo por la noche.

*Recuento de votos (domingo, 28 de marzo a las 13h):
1. Un papel en blanco (Pilar) - 3 votos
2. Soledad y decepción (Silvia) - 2 v
3. ¿Compartimos la soledad? (Krys) - 0 v

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domingo, 21 de marzo de 2010

Un papel en blanco

El maravilloso papel en blanco que descansa sobre la mesa mira a Anna como con burla, ella trata inútilmente de llenarlo con un artículo, con palabras…con algo, no lo consigue, no puede dejar de pensar en él.

Anna es reportera del periódico del instituto y su tarea para esta publicación es un reportaje sobre la horrible comida de la cafetería, nada trascendental, pero alguien ha de escribirlo, pero hoy nada sale de ella, de su bolígrafo, no puede para de pensar en Eric.

El chico mas solitario del instituto, es un chico atractivo y atlético, aún no entiende por qué no tiene pareja, siempre está callado, siempre atento en clase, y nunca muestra interés por nada que no sean lo estudios. Las chicas guapas, las populares, ya han tratado de acercarse a él, pero ninguna ha conseguido nada, Eric no quiere nada con ellas y eso le intriga a nuestra amiga.

Con un valor desconocido abandona su hoja de papel en blanco y camina hacia la biblioteca, sabe que él estará allí. Antes de entrar respira hondo varias veces, abre la puerta, se dirige hasta la mesa donde esta Eric y se sienta frente a él, este levanta la vista de su libro y la mira.

- ¿Por qué?- pregunta Anna después de unos largos minutos de analizar mútuamente sus miradas.
-¿Por qué, qué?- pregunta él en susurros.
-¿Por qué prefieres la soledad a estar con una de esas chicas guapas?

Eric suspira resignado y vuelve la vista a sus tareas.

Después de lo que parece una eternidad Anna se levanta de la silla para irse, sus dudas quedan sin resolver una vez más.

-Creí que eras mas lista- susurra Eric a su espalda sin levantar la vista de lo que está mirando.
-¿Lista?, ¿acaso te parezco tonta?- le pregunta Anna girándose para encararlo.

Lleva toda la vida tratando de demostrar que es inteligente, que no es la típica rubia tonta, porque así es Anna aunque no quiera admitirlo, es la típica rubia despampanante, tan linda que todos se giran a admirarla, pero ella es lista, es muy inteligente y jamás ha dejado a su belleza ganar la partida, su cerebro es el poderoso.

-No, jamás…creo que eres la persona más inteligente del instituto, por eso me sorprende tu pregunta.
-Quieres dejar de mirar ese libro y mírame a la cara cuando me hablas- dice Anna muy enfadada.

Eric la mira…

La respiración de ambos se suspende por unos segundos, quedan atrapados.
Eric se levanta despacio sin dejar de mirar a Anna, rodea la mesa, se acerca a ella, acaricia su mejilla.

-No prefiero la soledad, sólo estaba esperando a que tú te dieras cuenta, tú eres a quién esperaba- le susurra cerca de sus labios y después la besa.

Pilar Bermúdez Gil (aurorabg)

Palabra: Soledad

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Minirelato 4: Final alternativo 2

Inicio del minirelato

Final alternativo 2:

El humo era penetrante y molesto.
Juan tomó un pañuelo de su abrigo y se lo puso sobre la cara, se acercó a la puerta y la abrió, mientras Alfonso tomó su teléfono móvil y llamó a los servicios de emergencia.
En el interior del local todo era negro, no se podía ver nada.
-¡Gerardo!- gritó Juan.
Pero nada se oyó.

Minutos después un coche patrulla seguido de un camión de bomberos interrumpieron en la calle, la gente comenzó ha agolparse alrededor.
Los bomberos descendieron del camión y estiraron sus mangueras, mientras la policía apartaba a los viandantes.
El primer bombero entró en el local seguido de tres más cargando la manguera, el ensordecedor ruido del agua y el fuego siendo extinguido no se hizo esperar.

La ambulancia llegó algo más tarde, un bombero les indicó a los sanitarios que esperaran para poder pasar.
Pocos minutos después un bombero salió pidiendo a estos que entraran en el local, el fuego había sido extinguido, Juan, Alfonso y Pedro se miraron consternados.

En poco menos de un minuto el primer sanitario abandonó el local negando con la cabeza y dirigiéndose hacia un agente de policía, parece que no había mucho trabajo para ellos, de repente alguien toco el hombro de Alfonso haciendo a este saltar.
Gerardo estaba junto a ellos totalmente extasiado.
Los tres hombres lo miraron extrañados, Gerardo no dijo nada, sólo apartó a Alfonso de su camino y se dirigió al policía.

-He sido yo- confesó Gerardo ante la sorpresa de todos- ese hombre estaba pegando a mi hija y lo he matado…jamás nadie hará daño a mi familia….
-Señor, pare, le llevaré a comisaría ¿no quiere usted un abogado?- le dijo el agente tratando de hacer valer sus derechos.
-No, que lo oigan todos, lo he matado con mis propias manos y lo he quemado para asegurarme que jamás hará daño a nadie más.

El agente contrariado le pide que le acompañe y le mete en el coche patrulla, ese es su trabajo ahora mismo, aunque en el fondo sabe que si esta historia es verdad él hubiera hecho lo mismo, una escoria menos sobre la faz de la tierra no es un problema.

Pilar Bermúdez Gil (aurorabg)

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viernes, 19 de marzo de 2010

¿Compartimos la soledad?

Terminó un día cualquiera para Aris y se fue a dormir, aunque como casi cada noche, tuvo que empezar a pelear contra el insomnio y sus pensamientos reflexivos indeseados que se lo provocaban. Últimamente Aris pensaba mucho en la soledad, que paradójicamente es algo que acompaña a todos. No estamos solos. Algunas veces notas más su presencia, otras menos, pero siempre está ahí. A veces la necesitas y puede venirte bien su silenciosa compañía, otras se hace demasiado pesada y te agobia. Pero Aris creía que era la amiga más leal que tenía, la que iba a estar toda la vida con ella a pesar de haber otras personas en su vida que irán y vendrán. Llegó a pensar que la vida en pareja no era cosa de dos, ni de tres, sino de cuatro: ella, su soledad, su pareja y la suya. Convivir con una pareja no era fácil, lo sabía por la anterior que había tenido. Pero ahora se daba cuenta de que no habían tenido en cuenta que había otras dos cosas que les acompañaba y que, seguramente, el no respetarlas, ignorarlas o pasar de ellas había sido precisamente lo que no había funcionado en la convivencia de los cuatro. Porque todos se necesitaban en su justa medida y primero de todo había que comprenderlo. Entonces, Aris lo tuvo claro. La próxima vez que quisiera estar con alguien no le haría la típica pregunta de ¿te gustaría salir conmigo? sino que directamente le preguntaría ¿compartimos la soledad? En el caso de que esa persona aceptara y lo entendiera sin explicaciones, sabría que sería la ideal y seguro que todo funcionaría mucho mejor que con su anterior relación. Por el momento se lo preguntó a la almohada y después de su silencio como respuesta, comprobó que esa era la pregunta de la victoria, ya que cayó en un profundo sueño.

Palabra: Soledad

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jueves, 18 de marzo de 2010

Soledad y decepción

Soledad y Decepción
anidan en tu cabeza,
inundan tu corazón
y de ellas eres presa.

No intentes disimular
no creo que valga la pena,
alguien te podrá consolar
entre llantos y tristeza.

Un abrazo dado a tiempo
mil penas se llevaría,
pero en su lugar te encuentras
una calle oscura y fría.

Caminas desorientada
desconoces tu destino,
¿adónde irás a parar
si sigues aquel camino?

Palabra: Soledad

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martes, 16 de marzo de 2010

Palabra de la semana: Soledad

SOLEDAD


Plazo límite de entrega: lunes, 22 de marzo a las 23:00 (hora España)

Para participar, leer Reglas y Normas de la actividad.

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Votación para "Paraguas"

Los textos que se han presentado sobre la palabra "Paraguas" han sido los siguientes:
Puedes votar en la siguiente encuesta el que más -o los que más- te hayan gustado:

Elije los textos que mas te hayan gustado sobre la palabra "Paraguas"...
El paraguas (Neus)
Miercoles mojad (Krys)
Maldita adiccion (Silvia Fernandez)
El caballero de brillante armadura (aurorabg)
El paraguas rojo (Literato)
Ninguno
El mio (escribe el tuyo en un comentario)
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Haremos el recuento de votos el domingo, 14 de marzo a las 23:00 (hora España) y anotaremos cuál ha sido el más votado o los más votados (en caso de empate).

Recuento de votos (16.marzo 15:00):
1. El paraguas (Neus) - 6 votos
2. El caballero de brillante armadura (aurorabg) - 4 v.
3. El paraguas rojo (Literato) - 3 v.
4. Miércoles mojado (Krys) - 2 v.
5. Maldita adicción (Silvia) - 1 v.

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miércoles, 10 de marzo de 2010

Minirelato 4: Final alternativo 1

Inicio del minirelato

Final alternativo 1:

...Con un leve toque tembloroso Juan entreabrió un poco más la puerta del local. El humo, aunque escaso, se percibía en el aire y se podía observar como lentamente traspasaba el límite de la puerta. Juan y sus amigos tuvieron muchos pensamientos, todos en milésimas de segundos, pensamientos de muerte, pensamientos de tragedia, todos con un final nada prometedor. Supusieron lo peor para Gerardo, sin embargo en aquel instante eran solo eso, suposiciones.

Entraron. El humo copaba gran parte del local pero no había llamas. Eran tan solo humo. Un humo semejante a la quema de papeles y no de otra materia combustible.

- Es extraño –comentó Juan- no parece un incendio en sí.

- Tienes razón, tal vez sea un cortocircuito en algún lugar del depósito o bien algo que está comenzando a incendiarse –comentó Alfonso- miremos por todos lados, con cuidado.

Se dividieron y comenzaron a buscar el origen de aquel humo. Fue Juan quien lo encontró primero.

- ¡Gerardo!, ¡¿qué haces?! –exclamó sorprendido mientras veía como Gerardo quemaba papeles en una estufa hogar.

- ¡Puta madre!, ¡me has tomado de sorpresa, Juan!, ¡casi me matas del susto!

- Pues nos hemos preocupado, amigo. La puerta del local está abierta y todo este humo que lo invade. Además hemos llamado a tú mujer y nos ha dicho que tú habías salido hacia aquí. ¿Qué pasa Gerardo?, ¿qué son estos papeles y porqué los estás quemando?

El viejo Gerardo desencajó su rostro. No podía mentir, uno de sus amigos pedía explicaciones y él estaba rodeado de una evidencia a la cual no podía escaparle. Cerró la caja fuerte ya vacía y acomodó los pocos papeles que quedaban por quemar.

- Quemo un error, Juan, eso hago –dijo Gerardo.

- ¿Un error?, ¿a qué te refieres con eso?, sé claro, no te entiendo. –contestó Juan mientras llegaron a la habitación Alfonso y Pedro. Gerardo se sobresaltó al ver a sus tres amigos juntos. Una línea de vergüenza le recorrió el semblante.

- Un error, amigos. Eso es. Es una historia larga que necesita un fin y eso es lo que he venido a hacer esta mañana al local.

- No te entendemos Gerardo. Explícate por favor y ya deja de quemar que el humo nos terminará matando a todos.

Fue entonces que Gerardo terminó de echar de una sola vez todos los papeles que quedaban y cerró la puerta de la estufa hogar. Dentro, siendo presa de las llamas, los papeles se retorcían y dejaban de ser contenedores de secretos para simplemente ser algo inservible. Tan solo cenizas.

- Hace años, aún estando casado con mi mujer, tuve un affaire. Conocí a una mujer en un burdel. Era una bonita rubia de grandes senos que tenía una hermosa sonrisa. Sin que mi mujer lo supiera cada noche que la chica rubia bailaba en el burdel yo me aprestaba y me iba a verla bailar. Mientras mi esposa dormía yo salía a escondidas por el garaje y me escabullía hasta el burdel. Así fue durante varios meses, tantos meses como la rubia bailó allí.

- Te seguimos… –dijo Alfonso.

- Durante los meses que ella estuvo aquí en la ciudad no falté una noche. La conocí personalmente a la tercera semana de venir a verla bailar. Tomamos unas copas y nos contamos parte de nuestras vidas, de nuestros malestares individuales, y nuestros anhelos. Era una muchacha sencilla, pueblerina, con hermosas dotes femeninas, que tenía como ambición llegar a ser bailarina profesional algún día. Ese tipo de sueños que se tiene en los pueblos chicos. En esos días hicimos por primera vez el amor. Fue algo maravilloso, era fogosa, sexualmente increíble. Cada día que retornaba a mi casa atravesaba la puerta y sentía un terrible peso que pendía de mi cuello. Tal vez una gruesa soga en forma de horca era lo más propicio para dejar de sentir aquello. Mi culpabilidad era infinita. No podía mirar a los ojos a mi mujer. De a poco todo comenzó a envolverse de una tela pegajosa y densa que día tras día me alejó más y más de mi esposa.
No creas que soy un insensible, ni tampoco ustedes amigos, no, todo lo contrario. Nadie más que yo deseaba que aquello concluyera de una u otra manera pero no sabía encontrar el camino correcto. La chica rubia seguía abordándome y mi carne cedía, y poco a poco también lo comenzaron a hacer mis sentimientos. Era una verdadera tortura llegar a casa y acostarme al lado de mi esposa. Mis hijos me notaban distante, yo me notaba en otro sitio con respecto a ellos, casi semejante a mirarnos todos desde dos montañas enfrentadas y separadas por un extenso valle. Pero la vida tiene soluciones que nosotros no imaginamos. Un día al salir del hotel donde solíamos acostarnos y tener sexo con la chica rubia un ladrón nos encañonó e intentó robarnos. No nos resistimos, ella le dio sus alhajas y yo mi reloj y mi billetera; no obstante el ladrón no se conformó con ello y exigió más. Le explicamos que no había más, entonces disparó. Solo vi el humo que salía de la punta de su pistola y el pavor de su cara. Echó a correr por la calle donde la espesura de la noche lo tragó. La chica rubia tenía una mancha roja en su abdomen, la bala había entrado a la altura del hígado. Murió en pocos minutos, en mis brazos.

- ¿Y finalmente que pasó Gerardo? –preguntó Juan un tanto consternado por el relato.

- Llegó la policía, me tomaron declaraciones, y jamás pudieron dar con el asesino. Dentro de la milicia tenía varios amigos y ellos escondieron mi nombre y participación en aquel hecho para no hacer sufrir a mi esposa. Yo estaba destrozado. Con el paso de los años el recuerdo de la chica rubia fue desvaneciéndose pero de vez en cuando vuelve como una vieja estrella que no puede dejar de visitar el cielo con su luz. Entonces me angustio y siento gran culpa por no poder haber reaccionado aquel día –dijo Gerardo sollozando.

- Entiendo toda esta historia, tú culpa, tú congoja, ¿pero porqué quemas papeles en un día laboral, en tú negocio, y con la puerta abierta? –preguntó Alfonso.

- La puerta, como dije, la olvidé abierta. Los papeles no son simples papeles. Son cartas. Cartas de amor que la chica rubia me escribía al salir de su trabajo y las depositaba en una estafeta postal de los suburbios. Como dos chiquilines nos escribíamos a escondidas del mundo, degustando el sabor de lo prohibido. Mi esposa jamás supo de esas cartas y hoy, que he soñado con la chica rubia, decidí quemarlas. Sentí que debí darle un verdadero fin. Las tenía aquí, en la caja fuerte, y las releía cada vez que la recordaba. Pero ya está, ya tuvo su fin.

Los tres amigos de Gerardo se miraron consternados y abrazaron uno por uno a su querido amigo. El humo paulatinamente se disipó dejando paso a los rayos del sol que entraban por las vidrieras. Se despidieron con un abrazo y Gerardo, tras enjugar sus lágrimas, dio vueltas el cartel de “abierto” y retomó su rutina diaria. Un pálido y viejo sol iluminaba la calle, y el mundo… el mundo seguía girando.

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martes, 9 de marzo de 2010

Inicio del minirelato 4

Escribe tu final para el siguiente texto de inicio:

"Juan era un hombre mayor, jubilado desde hacía unos años. Cada sábado por la mañana se juntaba para almorzar en el bar de siempre, con alguno de los amigos de toda la vida que aún vivía y seguía en el pueblo. Siempre hacía el mismo camino desde su humilde piso hasta el bar. Era el último sábado de febrero, cogió su bufanda negra y su gorra de pana marrón para proteger su calvicie del frío y el viento. De camino al bar vio algo inusual que le pareció extraño. El candado de uno de los locales situados a dos calles del bar, por donde pasaba casi cada día, estaba destrozado y la puerta entreabierta, pero dentro no se escuchaba nada. Cierto nerviosismo le recorrió por el cuerpo y no se atrevió a entrar, ni siquiera a asomarse. Prefirió esperar a llegar al bar y comentarlo allí, ya que Alfonso, el dueño del bar, conocía al propietario. Y así lo hizo. Alfonso y Pedro, uno de los amigos de Juan de toda la vida, quedaron extrañados cuando Juan lo comentó. Alfonso llamó a la mujer de Gerardo, el propietario del local, para saber dónde se encontraba. La mujer le contestó que Gerardo había salido hacía una hora aproximadamente y se había dirigido a su local. Le había dicho que llegaría a casa en media hora, pero se despreocupó pensando que se habría entretenido por el camino o en el bar con algún conocido. Los tres hombres se mosquearon y decidieron dirigirse al local para ver si le había pasado algo. No se imaginaban lo que iban a estar a punto de presenciar. Al llegar, vieron que salía humo por la puerta…"

Krys


Plazo límite de entrega
: lunes, 22 de marzo a las 23:00 (hora España)

Para participar, leer Reglas y Normas de la actividad.

Envíanos tu final por e-mail a: memenovela @ gmail.com o dejarlo como comentario en este mismo post. Todos serán publicados en el blog.

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lunes, 8 de marzo de 2010

El paraguas rojo


Asesinamos a Krys cuando dormía. Fuimos los cinco de siempre, los mismos que nos criamos en las callejuelas del barrio y reíamos los domingos a la hora de la siesta cuando el titiritero llegaba con sus viejos títeres a hacernos reír. Después del asesinato sentí vergüenza de mí mismo y un frío gélido me recorrió las sienes. Había matado a Krys, en un día lluvioso, mientras ella misma intentaba por sus propios medios de alejarse de este mundo. ¿Quién era yo, o quiénes éramos nosotros, para semejante barbarie? Antes suponía que éramos amigos. Krys, ellos, yo, pero no tengo amigos asesinos, ni tampoco una amiga asesinada, por eso pienso que todo lo que anoche aconteció fue solo una pesadilla, de esas que de tan vívidas tú pareces encarnar a la perfección uno de sus personajes más oscuros.

El teléfono sonó a media mañana cuando aún dormía empapado en sudor. Buscando al tanteo di con el aparato y escuché la fría voz de la mujer del hospital. Perdone señor, la señorita Krys acaba de fallecer, siento mucho despertarlo con esta triste noticia. Entonces colgué. Mantenía mi cara apoyada en la almohada, y la habitación olía a lavanda, tal como solía gustarle a Krys cada vez que venía a visitarme y quedarse a dormir. Tuve recuerdos de un asesinato, el de cinco amigos ingresando a una sala de terapia intensiva de un hospital y desconectar la máquina que hacía posible el milagro de mantener la vida. Y de repente todo a mí alrededor parecía un pozo oscuro, con sus paredes húmedas, donde la vida no asomaba y dejaba todo el lugar accesible para que la nada se apoderara de él. Tal vez Krys estaba en aquel pozo, tal vez ella podía acercarse a mí con su manera tan peculiar de hacerme sentir único, y apoyados en las paredes frías haríamos el amor como solíamos hacerlo sin que nadie lo supiera, sin que nadie pensara que ella y yo solo éramos otra cosa más que amigos, esos amigos de toda la vida, los amigos de los domingos de títeres, los amigos de los hombros siempre disponibles.

Al llegar al hospital la atmósfera se podía cortar con un cuchillo. Los rostros de los otros cuatro asesinos se veían blancuzcos y deprimidos, tal como los recordaba del sueño. La culpa, lo innombrable, lo imposible, todo eso seguramente volvía sus caras con esa tonalidad de pecado. Lo sentimos mucho, me dijeron. Uno por uno pasó a abrazarme mientras yo observaba a Krys detrás del vidrio dormir ese sueño tranquilo y eterno que tanto buscaba y del que tanto me hablaba por las noches. Yo sabía que algún día la asesinaría y que la muerte no se enojaría conmigo, al contrario, me entendería y tendría piedad de mi amiga. Finalmente pasó, Krys ahora dormía y ya no sufría. Venció a la enfermedad. Destruyó el dolor.

Los cuatros asesinos se fueron de a uno, y yo, el quinto, me quedé a solas en la sala de espera. Detrás de mí una ventana comunicaba con el mundo, ese mundo que habitábamos a diario y que ignoraba cómo hay almas que se esfuman por las noches. Llovía torrencialmente, tanto que era casi imperceptible ver más allá de la distancia de un brazo. Me apegué al vidrio y contemplé el diluvio. Entonces amainó, y en frente una mujer, con un paraguas rojo, se mantenía parada, inmóvil, bajo la lluvia. El color de la sangre, pensé. La observé por unos instantes y diría que a simple vista parecía Krys, pero eso era imposible, ella aún dormía sobre la camilla helada. La mujer cruza la calle y se para en medio de ésta, cierra el paraguas y lo tira al suelo. Finalmente vuelve sobre sus pasos y se pierde detrás del aguacero incesante que una vez más se desata. Corro a la calle, observo el paraguas, lo tomo, me huele a Krys, entonces lloro.

Descuelgo el teléfono después de escucharlo sonar un par de veces. Abro los ojos al mundo y escucho la voz de la enfermera del hospital. Señor, su amiga acaba de fallecer. Me visto rápidamente con lo que encuentro, abro el placar para tomar el abrigo y tras hacerlo caen trastos, entre ellos, un paraguas rojo.


Palabra: Paraguas

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domingo, 7 de marzo de 2010

El caballero de brillante armadura

-¡Oh!, maldito paraguas, otra vez eres mi compañero de viaje. ¿Por qué llueve tanto?...Odio la lluvia- clama Julia mientras camina con su viejo paraguas sobre la cabeza en la parada del autobús que la llevará a su trabajo.

Otro día más llueve sobre Sevilla.
Hacía años que no llovía tanto, los campos y ríos ya no pueden soportar tanta agua. Hay millones de familias que lo han perdido todo…pero eso, no nos ocupa este relato, ahora hablamos de Julia.
Una pobre mujer que a sus casi treinta y tres años no tiene dinero para poder comprar un coche y evitar llegar al trabajo totalmente empapada.
De su hombro cuelga una mochila donde ha puesto unos calcetines limpios y su uniforme de cocinera.
Julia vive frustrada y enfadada consigo misma, quería muchas cosas, quería cambiar el mundo y ahí esta en una cocina de un bar poniendo montaditos todos los días, salvo el martes que es cuando descansa, ese día lo dedica a las tareas de su pequeño apartamento, este trabajo no le da más que para vivir, vivir sola…como con todo en la vida, viaja sola, camina sola…siempre sola.
¿Por qué?
Nadie lo sabe, ella tampoco, no es atractiva, pero tampoco es fea, es una mujer del montón, a la que le encanta la lectura, lee sin parar…
¿Será por eso?

Una corriente de aire destroza su paraguas, Julia grita enfadada, lo tira contra el suelo y patea un charco mientras se moja…después de su rabieta, recupera la compostura y se agacha a recoger los restos de su viejo compañero.
Una sombra cubre su cuerpo y deja de mojarse, se gira estrepitosamente, tropezando como era de esperar, Julia cae en los brazos de un hombre alto, fuerte y vestido con un traje de chaqueta.
-Di...discúlpeme, gracias por cubrirme- contesta torpemente- mi paraguas ha decidido que ya no me va a cubrir mas- sonríe y se aparta de él.
-Mejor, así, ahora seré yo quien te cubra- dice el amable desconocido con la voz mas profunda y sensual que Julia a escuchado nunca.
Los dos se miran largo rato sin pronunciar palabra.

Una sombra detrás de él, hace a Julia desviar su mirada.
-¡Mierda!, Mi autobús- dice Julia apenas en un susurro, descompuesta, va a llegar tarde al trabajo.
-Mejor así yo puedo llevarte- dice el desconocido girándose y señalando un coche plateado que esta mal estacionado en la calle- venga sube y dime dónde te llevo.
-¿Has parado para cubrirme con el paraguas?- pregunta Julia extrañada y emocionada apartes iguales, es la primera vez que alguien es amable con ella.
-Sí, te he visto pelear con el tuyo y algo me ha dicho que necesitabas un caballero con brillante armadura… vamos, hace frío, por cierto mi nombre es Roberto, pero todos me llaman Robert.
Los dos se dirigen al coche juntos mientras no pueden dejar de mirarse el uno al otro.

Pilar Bermúdez Gil (aurorabg)

Palabra: Paraguas

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La hora de dormir


-¿Quién eres?- me pregunta por cuarta vez en una hora.
Simplemente la miro y espero a que su mente viaje a dios sabe dónde una vez más.

¿Cómo ha llegado a esto? ¿Por qué ella?
Era una persona sencilla, humilde, trabajadora y sobre todo devota para con sus hijos y ahora… Ahí esta parada delante de la televisión una vez más, sin ni siquiera recordar nada, ni a mí, a su hija pequeña, a su ojito derecho como solía decirme a escondidas de mis hermanos…
Esta horrible enfermedad se la ha llevado de mi lado.
Limpio rápidamente la lágrima que corre por mi mejilla, ya apenas lloro, ya no me quedan lágrimas que derramar, y lo que es peor, la alteraba verme llorar, para ella, ahora, solo soy una extraña, una desconocida que se sienta a su vera para ver la televisión, si me ve llorar se desmorona, trata de consolarme y se da cuenta que sus piernas no la obedecen, entonces grita, llora, se golpea…
Esta enfermedad la está matando…nos está matando a todos poco a poco.

De vez en cuando evoca algunos recuerdos, la enfermedad se hace más fuerte entonces.
Ella nos mira y llora sin consuelo, cuando puede volver a articular palabra llega la peor parte…suplica que la matemos.
¿Cómo vamos a hacer eso?
Es nuestra madre…pero está sufriendo, en esos escasos momentos ella sabe que se muere, o peor aún, que nos olvida, a nosotras, a sus adorados hijos y eso la mata aún más que la enfermedad.

El reloj de pared que tanto le gustaba comienza a marcar la hora de dormir, son las nueve, como cada noche apago la televisión y llevo su silla de ruedas hasta su dormitorio, como puedo la recuesto en la cama, la desvisto, la cambio el pañal…otro de los regalos de esta enfermedad, le pongo su pijama y la acuesto, como si fuera un bebé, la cuido como el bebé que nunca he tenido, a mi madre… otra lágrima.
-No llores, hija mía- me dice tocando mi mejilla.
-Mamá, ¿qué hago? ¿Qué hago?...- le suplico una respuesta entre mis lágrimas.
-Hija, hazlo, nadie te juzgará, yo no te juzgaré… vive tu vida.
Me derrumbo, caigo sobre mis rodillas y lloro, lloro como hacía mucho no me permitía hacer, mientras ella, tan dulce como siempre, me consuela acariciando mi descuidado cabello.
Después de lo que me parece una eternidad me pongo de pie, cojo una jeringa de las que uso para ponerle los tranquilizantes cuando se golpea y la lleno de aire…

-Te quiero, no lo olvides nunca, por favor. Hazlo- me suplica.
-Yo también te quiero mamá.

Pilar Bermúdez Gil (aurorabg)

Palabra: Recuerdos

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sábado, 6 de marzo de 2010

Agonía

Una fuerte angustia invadía todo su ser. Llevaba mucho tiempo padeciendo aquella terrible enfermedad, y sabía que su fin estaba cerca. Era imposible describir todo el sufrimiento y toda la impotencia que estaba experimentando. Además de dolor, sentía mucha rabia por haber perdido el control sobre su vida. Deseaba morir para acabar con su tormento.

En medio de su agonía, su mente se llenó de recuerdos. Había tenido una buena vida, humilde eso sí, pero buena. Era cierto que había pasado por muchas dificultades, pero también por muchas alegrías. En su mente quedaron registrados grandes momentos en los que él había sido el protagonista. El recuerdo del pasado le hizo sentirse bien, y antes de caer en brazos de la muerte, tuvo un único pensamiento: el cáncer es un pequeño precio por tanta felicidad.


Palabra: Recuerdos

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jueves, 4 de marzo de 2010

Maldita Adicción


-No es tan fácil como tú piensas.
-Ah, ¿no? ¿Acaso yo no he pasado por ello?
-Tú... eres distinta. Y tu historia también lo es.
-Pero en el fondo, nos parecemos demasiado, y cuando te digo que el tiempo lo cicatriza todo no te miento, porque yo misma he experimentado sus efectos.
-¿No dicen que el tiempo lo CURA todo?
-No, en eso sí que no estoy de acuerdo. En mi opinión, el tiempo no puede curar; sí cicatrizar, cerrar heridas, empañar tus recuerdos... Pero curar, hacerte olvidar, hacer que puedas seguir tu vida como si nada hubiese pasado, eso sí que no. Todo deja su marca, y si no la deja es que nunca fue lo suficientemente importante, nunca significó tanto. Aunque lo parezca, yo no he olvidado. Sólo he arrinconado unos sentimientos que me hacían daño, y que tarde o temprano iban a acabar conmigo, iban a hundirme. He dejado de depender de una droga a la que era adicta; ahora dependo de otra, otra mucho mejor. Ésta no daña, ni confunde, ni tiene efectos a largo plazo. Es pura como ninguna, agradable y adictiva, pero nunca perjudicial para la salud. He dejado la melancolía y me he pasado al amor. Cualquiera puede hacerlo, cualquiera que de verdad quiera hacerlo.
-Sigo sin entender tu razonamiento. Según lo que has dicho, ¿es posible desear el cambio y conseguirlo?
-Tampoco se trata de eso. Cuesta, demasiado. Pero es cuestión de esfuerzo, de fuerza de voluntad, como cuando intentas dejar de fumar. Al principio necesitas ese cigarrillo, y si te ofrecen es posible que vuelvas a caer; pero si intentas dejarlo a un lado, acabarás prescindiendo de la nicotina y logrando tu objetivo. Pero es cuestión de empeño. Uno no puede dejar fumar de repente, ni de estar enamorado. Uno va arrinconando sentimientos.
-No te entiendo... ¿Qué tiene que ver todo eso con salir de este estado de dependencia?
-Pues es muy fácil. Basta con que llegue otra persona que lo cambie todo. Produce un desequilibrio agradable en cierto modo, pero al final todo se estabiliza y vuelves a la normalidad. Una vez en ese punto lo demás tendrá cada vez menos importancia. Tu anterior recuerdo perderá nitidez con cada día que pase, pasarás de las lágrimas a la felicidad. ¿Y todo eso por qué? Porque la mejor droga de la que se puede depender es el amor, hasta los médicos lo dicen.
-Y... ¿cómo empezar?
-Esa es la mejor parte. Mira por la ventana.
-¿Qué pasa? Sólo veo el jardín.
-Llueve.
-Ya, ¿por qué te crees que no he salido hoy?
-Pues ese es tu primer error. Tienes que hacerlo. Sin paraguas.
-¿Estás loca?
-No, en realidad es algo que está científicamente demostrado: el agua purifica. Sal ahí fuera sin paraguas, deja que la lluvia te empape; grita si quieres, corre, déjate llevar por el viento y por la lluvia.
-De verdad, cada día te entiendo menos.
-Eso es porque nunca has salido sin paraguas.


Palabra: Paraguas

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Hasta que tu muerte nos separe

Se presentaron tres finales alternativos para el inicio que se publicó el mes pasado para el minirelato 3. Ya se ha realizado la votación y han quedado los tres finales empatados, así que los publicamos todos.

Inicio:

Mis mejillas ardían, mis labios sangraban, mis ojos se abrían poco a poco cegados por la luz de nuestro dormitorio. Y te vi ahí, sonriente, con cara de triunfador. Entonces me eché a llorar, prometiéndome a mi misma que no lo consentiría una vez más, que ya todo había acabado, que tus repugnantes manos no volverían a rozar mi piel. Porque habías destrozado nuestros quince años de matrimonio a puñetazos y ya nadie quería reconstruírlos. Te odiaba, por no haberme dado la vida y el amor que habías prometido, porque ya ni siquiera te importaban los niños. Sólo tú y tus cervezas parecíais ser felices. Con voz entrecortada te grité que te fueras, que no volverías a hacernos daño, pero en el fondo yo sabía que te acabaría perdonando, como siempre; eras como una droga a la que me había vuelto adicta. Saliste de casa con un portazo, y yo salí corriendo detrás haciendo caso omiso al dolor de todo mi cuerpo magullado...

Silvia Fernández

Final alternativo 1:

...Corrí escaleras abajo, te encontré en el portal, te pedí perdón una y mil veces. Simplemente te diste la vuelta, me llamaste puta y saliste a la calle. Como pude subí las escaleras y regresé a nuestro hogar, en el salón los niños fingían ver la televisión mientras me veían pasar hacia nuestro dormitorio. Me rendí en la cama, lloré como tantas veces… No sé cuánto tiempo pasó, tampoco lo quiero saber, sólo sé que un chirrido de la puerta hizo que girara la cabeza. Allí estaba nuestro pequeño Rubén con tan sólo cinco años, mirándome con cara de asustado y me preguntó.
-¿Por qué mama?-.
No le contesté, volví a girar la cara a la almohada, él se acercó y me dijo.
-¿Por qué mama? ¿Por qué dejas que él te pegué?-.
Me giré y lo miré, en la puerta estaba nuestra María con sus doce años de edad mirándome, sus dulces ojos azules tenían pena y miedo a partes iguales y entonces lo supe… Se acabó, no volverás a tocarme. Nuestro hijo se dirige a ti como “él” y no como papá, los niños te tienen miedo, no puedo dejar que sigas estropeando sus vidas, la mía no me importa ya la has estropeado demasiado, pero no la de ellos, te escribo para que sepas por qué no estamos en casa, no me busques, jamás me encontrarás, jamás volverás a ver a nuestros hijos, yo me encargaré de ello. Adiós amor mío, pensé que algún día cambiarías, que me querrías suficiente para no golpearme más, pero nuestros hijos se han encargado de abrirme los ojos.

Pilar Bermúdez Gil (aurorabg)

Final alternativo 2:

...Madrid estaba en llamas a pesar del invierno, por primera vez habías hecho mi sueño realidad, te estabas yendo, y también, por primera vez estaba corriendo a buscarte.
Mi pulso comenzó a acelerarse y ni siquiera me importaba haber dejado solos a los niños. Vos te escabullías entre hombres y taxis apurados, mis piernas temblaban pero me empeñaba en alcanzar tu sombra.
n semáforo en verde me dio tregua y estabas ahí, junto al paso de cebra con tus pies temblequeando, haciéndole jugar el baile de los adioses presentidos. Un último grito pronunciando tu nombre te hizo girar la cabeza, me miraste con el gesto que tienen los malvados en las películas de cine negro, con la certeza de que tu poder tomaba forma en mi voz.
-Te olvidas de devolverme las llaves- dije aún con algo de miedo mirando al suelo.


Final alternativo 3:

...No pude avanzar mucho más, ya que al bajar las escaleras mi cuerpo se desequilibró y caí rodando por las que me quedaban aún por bajar hasta el entresuelo. El ruido alarmó a los vecinos que acudieron en mi ayuda, tú ya estarías llegando al bar donde siempre te emborrachabas. Mi estado era bastante grave aunque por suerte habían llamado a una ambulancia que tardó pocos minutos en llegar. Los niños se quedaron en casa de las vecinas y a mí me trasladaron rápidamente al hospital. Ahora tú estás en la cárcel y yo viviendo con un hombre maravilloso que nos quiere, que cuida de mí y de mis hijos, cosa que tú nunca supiste hacer. Ojala lo hubiera conocido a él antes que a ti, aunque lo conociera en el hospital donde me llevaron después del incidente. De todas formas yo no te debo nada, tú me debes todos esos años de vida y a nuestros hijos también. Inevitablemente, las lágrimas mojaron el papel donde escribía. Púdrete en el más jodido infierno. Escribiré esta frase y todas las anteriores las veces que haga falta hasta que eso suceda. Ya habían pasado cuatro años y Pilar todavía tenía pesadillas de vez en cuando. Su psicóloga le había recomendado escribir las peores situaciones vividas por su culpa o las mismas pesadillas que tenía. Luego debía quemar los escritos y observar cómo lo hacían lentamente hasta desaparecer, todas las veces que hicieran falta hasta que no lo necesitara hacer más. Como si observara cada vez ese infierno donde deseaba que él se pudriera. Sólo así podría descansar y vivir en paz.



¿Qué final os ha gustado más?

Elije los finales alternativos que mas te hayan gustado...
El de Pilar
El de Marinaf
El de Krys
Ninguno
El mio (escribe el tuyo en un comentario)
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miércoles, 3 de marzo de 2010

Miércoles mojado

Amaneció un día soleado. Alberto se levantó de la cama con sueño, como cada mañana. Realizó su rutina de cada día antes de dirigirse al instituto, cogió la mochila y se dispuso a caminar los treinta minutos que tenía hasta allí. Hacía mucho viento, enseguida el cielo se volvió gris y empezó a caer un diluvio. No había cogido el paraguas por el buen tiempo que parecía que haría ese día. Llegó al instituto calado hasta los huesos.

Amaneció un día nublado, amenazaba lluvia. Esta vez Alberto cogió el paraguas. A medio camino del instituto empezó a llover. Hacía demasiado viento, tanto que le dio la vuelta a su paraguas del mercadillo y lo terminó rompiendo. De nuevo, Alberto llegó al instituto como si se hubiera dado una ducha por el camino.

Amaneció un día gris, llevaba toda la noche lloviendo y parecía que no iba a cesar en todo el día. Alberto no dudó en coger el paraguas que heredó de su abuelo, que a pesar de ser antiguo y feo, era el más fuerte y resistente que tenían en casa. Pensó, a la tercera va la vencida, esta vez ni el viento podrá con él. Se dirigía hacia el instituto y se paró delante de un paso de cebra con el semáforo en rojo para los peatones. No tuvo la suficiente picardía de no detenerse tan cerca de la carretera, pues estaba llena de charcos profundos, pero cuando se dio cuenta ya era demasiado tarde. Una furgoneta pasó demasiado cerca de la acera a toda velocidad por encima de un charco, que bañó de arriba a abajo a nuestro protagonista. Alberto maldijo en voz alta todo lo que pudo, a la lluvia, a los charcos, a su paraguas, al semáforo, al chico que conducía la furgoneta… y a su poder. No llegaba a entenderlo del todo ¿de qué le servía si no se podía cambiar el pasado ni el futuro? Se rindió y siguió caminando frustrado hacia el instituto, donde tuvo que aguantar más de una burla de sus compañeros de clase.


Palabra: Paraguas

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martes, 2 de marzo de 2010

El paraguas


Tumbada en la cama, una habitación fría y lúgubre, paredes blancas sin decorar, un goteo caía hacia su brazo, sentía su cuerpo sin movimiento, ¿cuántos días habían pasado desde el accidente? Silvia escuchaba el ruido de las máquinas y de las enfermeras pasar por delante de su puerta, en ocasiones alguna se paraba y entraba, ella lo escuchaba como un susurro lejano.

Un golpe brusco hizo que su corazón se acelerara, ¿qué era ese ruido?, se concentró y a través de sus pupilas fijas en el techo vio un haz de luz iluminarlo, un goteo que empezó a resonar en los cristales. Empezó a notar cómo se movían los dedos de los pies. ¿Qué estaba pasando? Sus piernas cobraban movimiento y de un salto salió de la cama. Desconectando su cuerpo de la máquina, abrió la ventana, y sacó su rostro dejando que las gotas de lluvia la hicieran sentirse viva de nuevo, recogió un paraguas que había en la mesita, alguna visita debía habérselo dejado, y saltó desde el marco de la ventana. Escuchó una voz a lo lejos que la llamaba pero no se giró, no pensaba volver a esa fría habitación, volvía a sentirse viva, su pelo se enredaba en el viento y sus rizos dibujaban extrañas figuras chocando contra su cara. Sacó una mano fuera del paraguas y sintió cómo se mojaba, sintió la humedad en la planta de sus pies, la tierra fría y mojada y comprendió que no se había calzado; empezó a correr y a danzar, un baile de libertad y alegría, mientras sus piernas se iban embarrando y se iban mojando. Decidió deshacerse del paraguas echándolo al viento y viendo como este se alejaba, haciéndose cada vez más y más pequeño y perdiéndose entre la cortina de lluvia...

Extasiada de placer y felicidad se lanzó a la tierra mojada, y abriendo los brazos notó la lluvia sobre su cuerpo, el frío de la noche le estaba calando, escuchó voces lejanas que la llamaban, pero ella estaba bien, no quería volver al hospital, y divisó una luz en la oscuridad, una luz cálida que hizo que el frío de la lluvia desapareciera, una luz que la fue envolviendo y llenando de calor.

Un revuelo de personas entró en la habitación, las máquinas estaban emitiendo un pitido continuo un pitido que significaba que la vida de Silvia había acabado, la llamaron e intentaron reanimarla... pero su cuerpo estaba inerte y frío, en la mesita alguien había dejado un paraguas, y una enfermera sin darse cuenta lo tiró y pudo ver cómo los labios de Silvia formaban una sonrisa.


Palabra: Paraguas

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Palabra de la semana: Paraguas

PARAGUAS


Plazo límite de entrega: lunes, 8 de marzo a las 23:00 (hora española)

Para participar, leer Reglas y Normas de la actividad.

Podéis enviar vuestros escritos por e-mail a: memenovela @ gmail.com o dejarlo como comentario en este mism post. Todos serán publicados en el blog.

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