martes, 5 de mayo de 2009

Tiempo


El año que llegó a la ciudad era un hombre de costumbres, los domingos por la tarde fumaba tranquilo en su butaca, planeaba la semana, resolvía unos crucigramas y esperaba pacientemente que llegará el Lunes mirando por la ventana.
Una de esas tardes de domingo, estaba sentado en su butaca mirando al vacío como era costumbre, cuando de pronto se quedó embobado mirando a una mujer que pasaba por allí y entraba al portal de un edificio cerca de su casa.
Tal eran los sentimientos despertados en él, que desde el primer instante supo que ya nada sería igual. Desde aquella tarde, pensaba en ella cada día de la semana, esperando impaciente que llegará el domingo por la tarde para poder volver a verla. Pasaron las semanas, pasaron los meses, pasaron los años, pero nunca tuvo el valor suficiente para bajar las escaleras de su piso, salir a la calle y decirle que la amaba.
A veces, habría la ventana a su paso y le parecía oler su perfume, percibir sus emociones, si estaba triste, si estaba alegre, pero nunca se atrevió a ir más lejos.
Un domingo, de pronto la mujer dejó de pasar por allí y de entrar a ese portal, el hombre preocupado se espero toda la semana
hasta el próximo domingo, pero por desgracia tampoco apareció.

....

Harto de esperar, y con una angustia que lo comía por dentro, decidió ir a su puerta para enterarse qué le había pasado a la mujer de su vida. Llamó, pero nadie contestó… volvió a llamar y nada, a la tercera renunció e hizo ademán de irse pero entonces se abrió. No salió nadie, y tampoco había luz así que entró sigilosamente y encendió la luz. Se quedó boquiabierto, no había absolutamente nada, toda una pared blanca sin nada. Entró y se fijó en las habitaciones pero nada… un vacío y absoluto silencio. Salió y le preguntó al portero sobre la chica, pero él le explicó que esa casa llevaba abandonada más de 100 años, que sólo vivió una mujer allí, pero que había muerto asesinada por su marido. El hombre traspuesto por la noticia se volvió loco y huyó del lugar, había amado a una muerta, a un espíritu y de hecho, la seguía amando. Se refugió en un psiquiátrico donde nunca jamás podría verla. Dos semanas después, le dieron la noticia de que la casa en que vivía había ardido en llamas y sólo entonces comprendió, que la chica le había intentado avisar de todo y que en el fondo ella también lo amaba.

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