viernes, 26 de febrero de 2010

En una estación

Por fin nos íbamos a ver.
Después de hablar mil veces por teléfono, de escribirnos montones de cartas en estos últimos tres meses, por fin iba a ver tu cara.
Nunca me mandaste una foto, yo a ti tampoco, era demasiado tímida para eso, jamás creí ser guapa o que te gustara, creí en los prejuicios de la gente y te prejuzgué antes de conocerte.
No te creía cuando decías que me querías, que te habías enamorado de mí, me habían hecho demasiado daño para pensar que sin conocerme me podrías llegar a amar, pero sí me conocías, conocías la parte de mí que nadie había intentado o había querido conocer, me conocía a mí.

Llegué a la estación de tren con mil dudas y mil preguntas, pero las que más me preocupaban eran las obvias.
¿Cómo nos íbamos a conocer? ¿Cómo iba a saber quién eras entre tanta gente?

Pasó un tren, después otro… bajaba mucha gente de ellos, era hora de la vuelta a casa para mucha gente, las tres de la tarde de un cinco de diciembre, mucha gente, era víspera de puente.
Estaba tan inquieta que no podía sentarme a esperar, miraba a todo el mundo pero no veía a nadie.
Llegó un tercer tren y algo en mi pecho me dijo que tu ibas en él…jamás te lo dije pero yo también estaba enamorada de ti, tenía miedo de decírtelo, tenía miedo de que me hicieras daño.

La gente comenzó a aparecer delante de mí, entre el bullicio unos ojos marrones se clavaron en los míos y lo supe…
Eras tú.
En el momento que te vi, lo vi tan claro como te veía a ti en esa estación repleta, entre tantas personas sin cara sólo te vi a ti, en aquel instante cuando nuestras miradas se cruzaron supe que eras tú.
Tú eras mi destino.

Pilar Bermúdez Gil

Palabra: Destino

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